domingo, 16 de diciembre de 2018




 Un soleado día de otoño, salí a pisar hojas. 
No pisaba, arrastraba los pies para levantarlas por el aire...
cuando me di cuenta de estos niños en pijama,
preparados para dormir.
Cada hoja tiene uno que la transporta,
corren muy rápido, como ratoncillos.
Se escapan riéndose.
Está todo lleno.
No aparecen por  muchos días,
tienen que irse a dormir al interior de la Tierra
 y entregar todo ese oro recogido del Sol.

De hecho, he vuelto a ir a pisar hojas pero ya no eran amarillas,
se habían puesto marrones,
los niños ya no estaban.




 Es sorprendente encontrarse duendes en el bosque y más aún si son tres y van cantando...


 ¡Qué bueno tener algo para comer si en el invierno el hambre me despierta...!
 ¡Qué bueno tener un amigo con quien compartirlo y pasar el invierno!